lunes, 29 de febrero de 2016

Honrando a Dios con el matrimonio


 Carlos y Evelyn


El día de ayer presencie una de las bodas más bonitas que he visto en mi vida, ¡SIETE parejas! decidieron honrar a Dios por medio de su matrimonio eclesiástico. Fue maravilloso ver como una por una las parejas iban pasando. Unas novias entregadas por sus hijos ya mayores, otras acompañadas por sus nietos. Fue algo muy especial e inolvidable.

Walter y Lourdes

Una de las novias, amiga mía, que tiene más de treinta años de casada, me expresó lo siguiente: "Ya superamos lo más difícil, no se imagina las pruebas y situaciones que hemos superado en todos estos años". Qué más podía hacer, sino es honrar a Dios junto a su esposo por medio del matrimonio.

Freddy y Wendy


Palabras del Pastor Gustavo Zepeda...

"¡Hoy fue un día especial con una experiencia bonita: La boda de 7 parejas!
En realidad eran 6 bodas y 1 Renovación de votos.

El plan inicial era un retiro, pero luego surgió la idea de una pareja de casarse en ese retiro. Nos pareció bien pues les faltaba honrar al Señor con una boda eclesiástica. Pero de repente, otra pareja se animó...y otra...y otra...y otra...y la última quiso renovar sus votos! Cuando menos acordamos eran 7 parejas, que solo estaban casados por lo civil.

 Samuel y Nidia


Estamos hablando de parejas de incluso con más de ¡¡30 años de casados por lo civil!! Para muchas personas hoy en día esto parecería innecesario... pero cuando se conoce al Señor, han recibido la salvación por gracia, y muchas bendiciones más, lo menos que se puede hacer es agradar y honrar al Señor haciendo sus votos ante Dios.

José y Oneida

Si no se valora a Dios (el Creador del matrimonio) no se valorará el matrimonio... Así que la decisión de estas parejas fue honrar a Dios haciendo sus votos ante El. Por eso empezamos la ceremonia compartiéndoles el verso 1 Samuel 2:30 donde el Señor dice "...Yo honraré a los que me honran..."

Familia Moncada - Amador


¡Animo a que otros en similares circunstancias sigan este ejemplo! Honren al Señor haciendo sus votos matrimoniales ante Dios... no se queden solo con la Boda Civil...o en Unión Libre... El Matrimonio es un símbolo de la unión de Cristo y la Iglesia... ¡esa es la base! No se detengan por lo económico...puede ser muy sencillo, pero lo importante es ¡honrar a Dios! 

Renovación de votos de Don Eugenio y Doña Lilian


¡Bendiciones a estas 7 parejas!"

martes, 23 de febrero de 2016

Lista para la batalla



Por tanto, echen mano de toda la armadura de Dios para que, cuando llegue el día malo, puedan resistir hasta el fin y permanecer firmes. Efesios 6:13


La armadura que Dios nos ha proporcionado, instruyéndonos para que nos la pongamos, es el elemento primordial y fundamental para protegernos de Satanás y sus ataques. Cuando nos ponemos la armadura de Dios, en realidad nos revestimos de Cristo (Romanos 13:12-14), y al revestirnos de Cristo estamos listas para poder emprender la batalla.


Imaginate por un momento que salieras de tu casa a hacer tus labores cotidianas desnuda o sin zapatos o sin blusa, sin duda alguna te sentirías vulnerable. Lo mismo siente nuestro Espíritu cuando no nos ponemos completamente la armadura. La armadura de Dios no es algo que se pueda usar sólo por piezas, o lo que nos guste, debe ser usada totalmente para ser efectiva.




El cinturón de la verdad

Por tanto, manténganse firmes y fajados con el cinturón de la verdad... Efesios 6:14

La primera pieza de la armadura de Dios es el cinturón de la verdad. Jesucristo dijo que él es la verdad (Juan 14:6), y como Cristo está en nosotras, la verdad permanece en nosotras. Sin embargo, no siempre es fácil decir la verdad, pués esta bajo continuo ataque por el arma principal del enemigo que es la mentira.

Si el Enemigo logra desarmarnos en el área de la verdad, nos volvemos blanco fácil para sus ataques, ya que el cinturón sostiene la armadura. Cuando aprendemos a vivir diariamente de acuerdo a la verdad, no tendremos nada que esconder, pues todo lo que hagamos estará a plena luz.


La coraza de justicia

Revestidos con la coraza de justicia. Efesios 6:14

Somos justificadas ante Dios por medio de la salvación. Así que, cuando el Enemigo nos lance un dardo diciendo: "No eres lo suficientemente buena para ser hija de Dios", debemos responderle lo que el apóstol Pablo "Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica (Romanos 8:33). Cristo nos ha justificado y nadie puede acusarnos.

La coraza, es lo que protege nuestro corazón de los dardos del enemigo, por ello, debemos estar firmes en la justicia de Dios que nos exige vivir en continuo acuerdo con lo que Él nos dice en su Palabra. Nuestra relación con Dios y el destino eterno no están en juego cuando pecamos, sino que arriesgamos nuestra victoria diaria sobre el padre de mentira y dejamos vulnerable nuestro corazón para que sus dardos penetren y lo contaminen.


El calzado de la paz

y con los pies calzados con la disposición de predicar el evangelio de la paz. Efesios 6;15

Jesús es el Príncipe de Paz y su paz debe morar y gobernar en nuestros corazones si queremos vivir triunfantes. Dios desea que llevemos su mensaje de paz y que actuemos con aquellos que no lo conocen como pacificadoras.

El calzado de la paz es protección contra los dardos divisivos del diablo, especialmente cuando queremos actuar como pacificadoras, debemos fomentar la comunión y la reconciliación entre nosotras. Jesús dijo: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9)

Si no estamos calzadas apropiadamente para la batalla, nuestro mensaje se perderá fácilmente entre las distracciones que el Enemigo nos ponga en el camino.



El escudo de la fe

Además de todo esto, protéjanse con el escudo de la fe, para que puedan apagar todas las flechas incendiarias del maligno. Efesios 6:16

El tamaño de nuestro escudo de la fe, depende precisamente del tamaño de nuestra fe. Si tu fe es poca, tú escudo no podrá protegerte de los ataques, el enemigo de dará con todo, te debilitará y te aniquilará sin piedad. Esos ataques feroces son mentiras, acusaciones o tentaciones que bombardean nuestra mente.

Nuestra fe se basa en lo que creemos, mientras más conozcamos a Dios y su Palabra más fe tendremos. Recuerda, "sin fe es imposible agradar a Dios". Todas luchamos diariamente con pensamientos malos y acusaciones, pero si estamos bien cimentadas en la fe, esos dardos rebotarán en nuestro escudo.




El casco de la Salvación

Cúbranse con con casco de la salvación. Efesios 6:17

El yelmo o el casco de la salvación nos garantiza la victoria eterna. En esta metáfora de la armadura, el casco, cubre la parte más crítica de nuestra anatomía "la mente". Las mente es precisamente, donde se libran las más grandes batallas espirituales.

Diariamente luchamos con el mundo, los deseos de nuestra carne y con Sátanas; debemos estar firmes al saber que no perdemos la salvación, que no es algo fluctuante o que se nos quita si perdemos una batalla. Todo lo contrario, la salvación es lo que nos da la seguridad de que vale la pena pelear la buena batalla.

Debemos vivir conscientemente de quiénes somos en Cristo, de lo que Él piensa de nosotras, del propósito que tiene para nuestras vidas y no dejar que otras creencias cuestionen esa posición.



La espada es la Palabra

... y esgriman la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. 
Efesios 6:17

Debemos defendernos de los ataques del enemigo hablando, atesorando, meditando, escudriñando la Palabra de Dios. El tamaño de nuestra espada depende de cuanto conozcamos a Dios. ¿Cómo vamos a defendernos de un ataque, sino conocemos el verso preciso que nos ayude a eliminarlo?

Recuerda que aún a Satanás no le es desconocida la Palabra, cuando tentó a Jesús en el desierto le resaltó pasajes bíblicos, los cuales Jesús pudo contraatacar con la misma Palabra. Nuestra espada debe estar bien afilada y lista para saber que responder ante los ataques que enfrentemos.

lunes, 15 de febrero de 2016

Amar más allá de la infidelidad - Parte 2



Sin duda alguna, nadie espera ni desea enfrentar una infidelidad. Pero algo que aprendí de este testimonio es que igual de infieles somos nosotras con el Señor, y Él en su gracia y misericordia nos perdona una y otra vez. ¿Por qué razón no habríamos nosotras de perdonar una infidelidad? Dios siempre nos restaura con su amor, no espera menos de sus hijas.


"Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él". 1 Juan 4:16


Comienza mi lucha

Dios puso gracia y misericordia en mi corazón, lo primero que hice fue perdonarlo, le dije que iba a luchar por mi matrimonio siempre y cuando él estuviera en la casa y aceptó. Nos abrazamos y lloramos juntos, me dijo que no entendía por qué actuaba así, si lo que esperaba de mí es que lo dejara y que le dolía hacerme sufrir. Definitivamente, Dios cambió mi actitud hacia él, puso amor y comenzó a cambiarme.

Al día siguiente, se despertó desesperado y me dijo que no quería estar conmigo sino con ella. Realmente, pensé el verso de Proverbios 6:7 que dice que la mujer de la calle es astuta. Comencé a llorar y orar en voz alta para que él me oyera porque se quería ir de la casa. Gracias a Dios reaccionó, entró a la casa y cerró la puerta. Llamé a nuestro Pastor y quedamos de vernos por la tarde.

Mi esposo iba muy molesto, cuando llegamos a la cita con el Pastor. Él le preguntó, si me amaba. Él le contestó que no, que a quién amaba era a ella, lo hizo en frente mío. Sentí como que me hubieran echado un balde con agua fría, quería que la tierra me tragara, fue duro escucharlo decir eso, si yo había sido su novia desde muy joven, comencé a llorar.

El pastor le preguntó: ¿Sabes lo que es el amor? Él no supo que responderle, le explicó que el verdadero amor está basado en 1 Corintios 13, que el amor era una decisión no solo una relación sexual, que el amor nunca dejaba de ser, que el corazón es engañoso y perverso (Jeremías 17:9). Escuchó al Pastor detenidamente, me miró y me pidió perdón, me dijo que lo ayudará  que se sentía enfermo y que lo ayudara. El temor a Dios siempre lo mantuvo en casa.

Seguí orando por mi esposo día y noche, a veces no podía ni dormir, llegue hasta enfermarme. Sentía que algo le faltaba a mis oraciones, comencé a pedirle a Dios por sabiduría porque no sabía como hacerlo. Él puso en mi corazón un libro que desde hacía como un año me lo habían regalado y que no había leído, "El Poder de la Esposa que Ora" de Stormie Omartian.

Comencé a hacer todas las oraciones del libro. Oraba por la mañana y la tarde, con desesperación y angustia, no podía dejar de llorar cada vez que oraba. También hacia oraciones cortas como: "Señor cámbialo", "Señor protegelo", "Señor salva nuestro matrimonio". Eran oraciones muy cortas, pero muy poderosas. Aprendí a aceptar a mi esposo de la forma que él es y a orar constantemente por él. La oración es el lenguaje primordial del amor.


Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de Él es mi esperanza. Salmos 62:5


Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. 1 Corintios 4:20

Tenemos que poner nuestra mirada en Dios como fuente de todo lo que deseamos que suceda en nuestro matrimonio y no nos tenemos que preocupar de cómo sucederá. Orar es nuestra responsabilidad, responder es el trabajo de Dios. Dejémoslo en sus manos (eso es lo que aprendí del libro).

Aprendí que cuando oramos por nuestro esposo con la esperanza de que él cambie, los primeros cambios suceden en nosotras. Tú dirás: "¡un momento, yo no soy la que necesito cambiar"! Pero Dios conoce nuestros corazones y Él sabe en qué necesitamos mejorar, Él conoce nuestras actitudes, hábitos y Él desea que alejemos el pecados de nuestros corazones porque impide que nuestras oraciones sean contestadas.


"Si en mi corazón hubieses yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado." Salmos 66:18


Esto es difícil de aceptar, cuando piensas que tú esposo ha pecado contra ti con falta de amabilidad, respeto, indiferencia, irresponsabilidad, infidelidad, abandono, crueldad o abuso. Pero, Dios también considera pecado la falta de perdón, enojo, odio, ira, auto-compasión, venganza, falta de amor. Debemos confesar nuestros pecados y pedirle a Dios que aleje todo eso que nos haga daño. La herramienta más efectiva no es la transformación de tú esposo, sino la transformación que Dios hace en ti. Yo luché contra todo esto y gracias a Dios pudo transformarme primero a mi.

Dios empezó a trabajar en mi vida, se lo permití porque sola no podía, necesitaba de Dios para cambiar todo lo que había muerto en mi matrimonio. Habían momentos en que me sentía sola, pero sabía que Dios estaba conmigo. Me sentía fortalecida con las oraciones de mis hermanos en Cristo, mis amigas y familiares. Es doloroso morir a una misma, en especial cuando piensas que es la otra persona la que necesita cambiar más que tú. Pero ese mismo dolor te lleva a la vida y vez que Dios puede resucitar a tú matrimonio aunque parezca muerto, requiere que nos humillemos ante Él y queramos vivir de la forma que Él desea, siendo bondadosas y amando como Él nos ama.

Pasaron los días, mi esposo se quedo en casa. Sentía una gran inseguridad y temor, pero no dejaba de orar por él y cuando más desesperada me sentía, más me agarraba de Dios. No era fácil, mi esposo estaba allí en físico, pero su mente estaba con ella, seguía manteniendo comunicación y yo no lo sabía.

En esos días mi esposo estaba de vacaciones y yo salía a mi negocio. Le pedía a Dios que si mi esposo estaba haciendo algo a escondidas que me diera cuenta. Un día quedamos que él llegaría a la hora del almuerzo al negocio, pero no llegaba, comencé a llamarlo insistentemente y no me contestaba, mi corazón me palpitaba fuertemente, temía que estuviera con ella.

Llamé a mi mamá y llegó al negocio, también llamamos a un hermano de la iglesia que había estado pendiente de nuestro problema. Dieron las tres de la tarde y por fin mi esposo contestó mi llamada, le pregunté si estaba con ella, y me contestó que estaba en la casa. Me fui a la casa junto con mi mamá y el amigo, él se encerró en el cuarto. Sentía tanta rabia, porque yo estaba haciendo todo lo posible por salvar nuestro matrimonio y él no ponía de su parte, le dije muchas cosas hirientes, él solo lloraba con la mirada hacia abajo.

Nuestro amigo me pidió que los dejará solos para conversar, no sé que le dijo pero sin duda alguna sus palabras y oraciones fueron poderosas, pero cuando mi esposo salió me abrazó, lloró y me pidió perdón; claro que lo volví a perdonar, no me pregunten cómo, porque eso solo el Señor lo sabe, antes solía ser una mujer muy orgullosa. Dios no permitió que él me siguiera engañando, sacó a la luz todo muy rápido.

Seguí cada día orando y luchando. Sus vacaciones finalizaron y debía regresar a su trabajo, a la boca del león, porque la persona con la cual me engaño era una compañera de trabajo, por lo que para él iba a ser una gran lucha. Mi oración era: "Señor, te pido que fortalezcas a mi esposo para que pueda vencer la tentación que venga a su camino. Quitala de su mente y de su corazón, librálo del adulterio. Amén". El cuando salía del trabajo, me recogía en el negocio y nos íbamos a la casa, desde entonces, él corto toda relación con ella.

No crean que fue fácil, fue una lucha grande para él y para mi, seguía muy frío y grosero conmigo. Tuve un sangrado muy raro y me hice una prueba de embarazo, la cual dio positiva, lo llamé y le conté y no se alegro. Fui al doctor y confirmó que en efecto estaba embarazada, me mandó a reposar porque no dejaba de sangrar. A mi esposo le daba igual, estaba indiferente, no le importaba y eso me mataba. Caí en depresión, pero no dejaba de orar, realmente agarré cayos en mis rodillas. Sólo eramos Dios y yo, mis versos de guerra fueron:



Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en Él. Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen. Salmos 34:8-9


Sentía que Dios me tenía agarrada de su mano, dándome aliento y fortaleza para continuar. Cómo a las diez semanas comencé a sangrar con un dolor bien fuerte, fui al seguro y el doctor me diagnostico un embarazo etopico, el bebe se había formado fuera de la placenta y estaba pegado en una de las trompas, tenían que operarme de emergencia. Me sentía deprimida, le pedía a Dios que se hiciera su voluntad.

Estuve interna tres días, él llegaba a la hora de visita, pero lo sentía tan distante. Cuando me dieron el alta, me fui a la casa de mi mamá porque en mi casa nadie podía cuidarme. No dejaba de orar, me sentía tan desvalorizada, pero aún en ese momento de oscuridad que estaba viviendo Dios estaba conmigo y mi mamá fue de mucho ánimo, también los hermanos de la Iglesia que me visitaban.

Él llegaba después de su trabajo, me llevaba cosas para comer, luego se excusaba que estaba muy cansado y se iba para la casa. Me dolía su indiferencia. Así estuvo por una semana, hasta que decidí hablar con él, estaba dispuesta a lo que fuera, todo me daba igual desde la perdida del bebé. Cuando se lo dije, me dijo que lo perdonará y qué más quería yo de él. Le respondí que lo que quería era amor y cariño y no seguir en la misma situación, ya tenía seis meses de aguantar y sólo quería recuperarme para ver que hacia con mi vida. No me dijo nada, solo se levantó y se fue.

Sentía que ya no podía más, perdí hasta las esperanzas que él cambiara, empezaba a visualizarme sola en la vida. Al día siguiente, llegó a la casa de mi mamá con una actitud diferente. Estaba más tranquilo, como yo casi solo acostada pasaba, él comenzó a ayudarme a levantarme o a acostarme, se quedaba más tiempo conmigo y se acostaba a mi lado. Volví a sentir mariposas en el estómago como cuando eramos novios, que rico era sentir eso de nuevo.

Nuestras vidas continuaron y siguieron las pruebas. Al año, volví a salir embarazada, pero perdí el bebé a los ocho meses de gestación porque me dio preclancia y Dios en su voluntad decidió llevárselo. Fue muy duro, pero Dios siguió alentándome y fortaleciéndome, como matrimonio está perdida nos unió más.

Pero la gracia de Dios no terminó allí, a los tres años, volví a salir embarazada (pensarán que aguante) y está vez, Dios si nos hizo el milagro y pudimos tener una hermosa princesa que es nuestra alegría y llena de sonrisas nuestro hogar. Dios ha sido bueno conmigo y fiel.

Dios puede hacer lo mismo en tú matrimonio, pídele que cambie a tu esposo. Él es poderoso para tomar ese que ahora tienes y hacerlo una nueva criatura en Cristo. Los cónyuges no están destinados a discutir, estar separados emocionalmente, a vivir en muerte matrimonial, a ser infieles o a estar divorciados. Nosotras, tenemos el poder de Dios de nuestro lado, no tenemos por qué dejar nuestro matrimonio a la suerte, podemos luchar por ello y no rendirnos.

La mañana después de San Valentín




La mañana después del Día del Amor y la Amistad, ¿cómo es su relación? Otro día de San Valentín ha venido y se ha ido. ¿Qué regalos recibiste? Algunos fueron cuidadosamente planificados y reflexivos, otros, no tanto. Las rosas están en sus floreros, los chocolates ya solo queda la envoltura, el calendario tiene una nueva fecha. Pero la pregunta más importante que sigue aquí es: ¿Cómo está tú relación? 


¿Te esmeraste anoche por hacerla más fuerte? o ¿Está mañana despertaste con nuevas preocupaciones? ¿Por un momento te sentiste más enamorada o está mañana te sientes más frustrada? Las respuestas a estas preguntas se encuentran en la relación que más importa - tú relación con Dios-. Conocer y amar a Dios le da importancia a todas las demás relaciones. 


Está mañana después de todo, una cosa es cierta por encima de todas los demás, el amor de Dios no ha cambiado. Él es constante. Esto significa que el contenido del amor no cambia. Si quieres medir el éxito de tú relación en comparación cómo fueron las cosas anoche tienes un duro camino por delante.


Cada día sentirás incertidumbre, tratando de conseguir que todo salga bien. Pero si tu relación está basada en la fidelidad de Dios y en su eterno amor por ti, entonces tienes esperanzas para los próximos días, meses y años. Dios es el que define el amor, no lo hiciste tú ni yo, no sucedió en el día de San Valentín o cualquier otro día. 


El amor por el esposo no puede fundarse en el desempeño. Tú amor por él, debe ser tomado del ejemplo de Jesucristo. Jesús dio su vida por aquellos a quienes amaba. Debes hacer lo mismo. Centrándose en el amor de Cristo traerá la estabilidad y la seguridad a tú relación. 


Anoche, quizás viste que el romance no es suficiente. ¿Por qué? Porque se podría decir que anoche fue maravilloso. Eso puede ser cierto. Pero la realidad es que un día, una noche no puede sostener el verdadero amor. Dios es amor, su amor no cambia, no se basa en lo que hice ayer o en lo que hago hoy o lo que haré mañana. 


Si tienes un mal día hoy, su amor no cambia. Si tu cónyuge tiene un mal día hoy, su amor no cambia. Dar el regalo del amor de Cristo a los que más amas, especialmente a tú cónyuge, es el combustible del genuino romance. El amor de Cristo se ve así: 


El amor de Dios se anticipa siempre a lo deseamos.
El amor ofrece ánimo cuando nada se espera.
El amor no busca su propio éxito.
El amor se refugia en la humildad.
El amor busca honrar al cónyuge.
El amor no es interesado, ¿no piensa que me dará o dónde me llevará?
El amor crece en la fidelidad de Dios.
El amor no lleva cuenta de las faltas.
El amor habla con la verdad.
El amor pasa por alto la ofensa aunque duela perdonar.
El amor cuida, protege, sirve.


¿Cómo es tú relación esta mañana o los siguientes días? Seguramente dependerá en cómo esté tu relación con Dios.

sábado, 13 de febrero de 2016

Amar más allá de la infidelidad - 1 Parte



Cuando pensamos en el Día del Amor y la Amistad, viene a nuestra mente una cena romántica a la luz de las velas, rosas, chocolates, tarjetas, poemas, diferentes formas de expresar el amor hacia nuestro ser amado. Contemplamos solo lo hermoso y sublime que es el amor, pero que sucede cuando el amor es puesto a prueba.

Pensando en un artículo que compartir en está fecha, vino a mi mente la frase "el amor todo lo soporta". Me hice la pregunta: ¿Qué soportaría por amor? Una enfermedad, una separación o una infidelidad. Recordé el testimonio de una amiga y de las diversas pruebas que tuvo que enfrentar en su matrimonio junto a su esposo. Le pedí si podía contar su historia, que lo conversara con su esposo si él estaba de acuerdo, lo publicaría.

A los pocos días me dijo: "mi esposo dijo que sí". Me contó, que cuando comenzó a escribir su testimonio, había momentos difíciles de narrar, que lloraba, oraba y paraba para agarrar fuerzas y seguir escribiendo. A continuación les relato su testimonio, deseo que sea de edificación para sus vidas como lo fue para la mía. Ningún matrimonio está exento de la infidelidad, es la pura gracia de Dios que nos mantiene unidos y fortalecidos.

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No era una ayuda-idónea

Tengo quince años de casada. Desde nuestro primer año de matrimonio afrontamos problemas, era un caos completo. Ambos trabajábamos, mi horario era más extenso que el de mi esposo. Cuando llegaba a casa, me sentía demasiado cansada tan sólo quería dormir, como solía hacerlo cuando estaba soltera. Pero ahora que estaba casada, debía hacer mis labores del hogar.

Compartíamos muy poco tiempo juntos y la mayor parte era para discutir. Nos costo acoplarnos el uno al otro, ya que no es lo mismo el noviazgo que el matrimonio. Económicamente, tampoco estábamos bien, ya que habíamos adquirido deudas para poder casarnos y comprar algunos enseres para la casa, eso empeoraba nuestra situación.

Mi esposo quería que dejara de trabajar, yo no quería dejar de hacerlo, así que tuvimos que pedir consejo. El siempre estaba sólo, yo ni siquiera me reunía en la iglesia por falta de tiempo. Nos aconsejaron que sí, debía dejar de trabajar y fue para bien, porque si hubiésemos seguido a ese ritmo, nos hubiéramos separado.

Al año de estar casados, salí embarazada, pero tuve un aborto espontáneo. Perdí al bebe, pero eso nos unió más. A los siete meses volví a salir embarazada, pero también lo perdí. Para mí era muy difícil, no comprendía lo que estaba pasando y caí en depresión. Mi esposo, siempre estaba allí apoyándome y eso nos unía más. Él cada día buscaba más a Dios, crecía en sabiduría. En cambio yo, estaba alejada de Dios, mi relación era superficial, me sentía enojada con Dios, no quería reunirme en la iglesia ni en el grupo de crecimiento. Mi esposo iba solo y les pedía a los hermanos que oraran por mí para que cambiara mi actitud.

Nuestra vida siguió, ya casi no discutíamos, pero yo siempre me sentía enojada con malas actitudes. Mi esposo muy sabio, callaba y no discutía conmigo. Él hacia todo lo posible por llevar la fiesta en paz; era muy cariñoso y romántico, antes de salir a trabajar me dejaba versículos o tarjetitas pegadas en el espejo del baño o chocolates. En cambio yo, me afanaba con la casa, esa era mi prioridad no Dios ni él; es triste decirlo, pero cuando él quería tener intimidad conmigo, yo siempre estaba cansada, me negaba y aun así, él siempre era comprensivo.

Nuevamente, empecé el tratamiento para volver a salir embarazada, eso me ponía ansiosa. Volví a salir embarazada, me sentía tan emocionada. Pero la alegría no me duro mucho, cuando fui al chequeo médico, en el ultrasonido salió que mi bebe se deformó, no se escuchaban los latidos, no tenía corazón y debían hacerme un legrado. Fueron tiempos muy duros, ya teníamos cuatro años de casados y ya había tenido tres abortos.

Tuve que ponerle un alto a mi vida, me senté y le pedí perdón a Dios, ¿quién era yo, para reclamarle a Él? Si Él es el dueño de todo ¿Por qué tenía que enojarme con Él, si esa era su voluntad? Me humille ante Él y cambio mi actitud, comencé a reunirme en la Iglesia. Dios escuchó las oraciones de los hermanos.

Comenzamos a servir juntos en la Iglesia con mi esposo, lo reconocieron como diacono.  Mi esposo estaba enfocado en crecer, servir y aprender de Dios. En cambió yo, lo hacía mecánicamente. No leía la Biblia, me sentía vacía, frustrada, me quejaba de todo y de todo buscaba pleito, no era su ayuda idónea. Aun así, mi esposo siempre me comprendía y me trataba como cuando éramos novios.

En 2006, nuestro matrimonio se vino a pique. Uno de los errores que cometí, fue que cuando nos enojábamos o peleábamos siempre le pedía el divorcio y le decía que me iba a ir muy lejos. Lo hice sentir tan frustrado, que llegó a decirme que ya no le importaba que me fuera si quería.

Al poco tiempo, él comenzó una relación amorosa con una compañera de trabajo (yo no lo sabía). Cambio totalmente conmigo; era indiferente, grosero, irónico, salía bastante, comenzó a llegar tarde a la casa y salía más temprano de lo normal, mentía y era muy frío. En la Iglesia y en el grupo de crecimiento, aparentábamos que todo estaba bien y normal. Aunque no era real lo que vivíamos en casa. Yo empecé a sospechar, pero sentía miedo de enfrentar la realidad y preferí quedarme callada y sufrir.

Comenzó a decirme que me daría cierta cantidad de dinero para poner un negocio, porque no pensaba seguir manteniéndome. Fue un golpe bajo para mí, no me lo esperaba, no acepté su propuesta, sino que por mi cuenta inicie el negocio. Pensaba en cómo enfrentarlo y confrontarlo con lo que estaba pasando, necesitaba saberlo.

Un día, le dije que después de la cena necesitaba hablar con él, pero me evadió por completo. Al día siguiente, le dije lo mismo. Agarré valor y le pregunté: ¿Qué le pasaba conmigo, si ya no me amaba? Me temblaba todo el cuerpo, me miro con lágrimas en los ojos y me dijo que estaba con otra persona. ¡¡¡No podía creer lo que estaba escuchando de mi esposo y comencé a llorar, le pedí que se fuera de la casa!!!.

Llamé a unas amigas de la Iglesia, una de ellas fue a recogerme a mi casa, oramos y lloré, me quedé durmiendo en su casa. Fue una noche muy larga, no me cabía en la mente, sentía mi corazón tan chiquito y lleno de dolor, no podía dejar de llorar. A la mañana siguiente, decidí irme a mi casa, mi esposo aún estaba ahí. Comencé a reclamarle con mucha rabia y dolor en mi corazón, él se quedó callado con su rostro agachado, tan sólo me dijo que no me preocupara, que él era el que había fallado, que iba a irse.

Dios es tan lindo, siempre tuvo el control de la situación. Cuando él estaba alistando sus cosas para marcharse, sonó el teléfono, era uno de los pastores de nuestra Iglesia. Me pidió hablar con él, pero él no quería, ante la insistencia del pastor accedió y quedaron de verse. Desde allí en adelante, Dios tomó el control de mi matrimonio.

Cuando mi esposo vino de hablar con el Pastor, venía más calmado y no quería irse de la casa. Comenzamos a platicar, me abrazó y lloramos juntos, me dijo que me amaba, pero que no sabía como explicarme lo que había sucedido y que le dolía verme sufrir. Al día siguiente, el pastor habló conmigo, me dijo que en un matrimonio no solo una de las partes tiene culpa, porque se conforma de dos personas más Dios, y que primeramente le fallamos a Dios antes que a nuestro cónyuge.

Él me puso las cartas sobre la mesa, yo sabía que también había fallado (estaba consciente de eso), y pensaba que en parte era porque no le había podido dar hijos. Me hizo dos preguntas claves: 1) ¿Amas a tu esposo? y 2) ¿Estás dispuesta a luchar por tu matrimonio? Mis respuestas fueron: "Aunque me duela tanto está situación, sienta rabia y mucho dolor, “si, lo amo” y “si estoy dispuesta a luchar por mi matrimonio”.

Entonces me dijo, que si estaba dispuesta  no se trataba sólo de perdonarlo y ya se solucionaba todo. No era así, que era cuando mi lucha iba a comenzar contra el enemigo…

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Efesios 6:12

Hasta ahí, no comprendía la magnitud de lo que el Pastor me estaba explicando.


Continua leyendo la segunda parte de este impresionante testimonio...

viernes, 5 de febrero de 2016

¿Se trata de mi o de Él?



No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.  Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre sino del mundo. I Juan 2:15-16

Muchas veces, aun siendo cristianas, queremos tomar las riendas de nuestras vidas y hacemos a un lado la voluntad de Dios; fácilmente sucumbimos ante las pruebas, las presiones del mundo, nuestros deseos, los deseos de la carne, la vanagloria de la vida; y se nos olvida el propósito para el cual fuimos creadas, que es llevarle honra y gloria a Dios.

Cuando enciendes el televisor, los anuncios publicitarios te llenan la cabeza de un sinfín de necesidades irreales, que empiezas a divagar en tu interior y a pensar: “si no me graduó en tal universidad, de tal carrera, no tendré mejores oportunidades”, “sino encuentro el hombre que resuelva mi vida y necesidades, no podré salir adelante”, “debo valerme por mi misma, no necesito a nadie para hacerlo”, “esa es mi casa soñada”.

Una frase de la filosofía de este mundo es: Vive la vida, porque se vive una sola vez”; muchas personas empeñan su vida en el trabajo, para poder adquirir todas aquellas cosas que desean, aunque no tengan tiempo suficiente para disfrutarlas. ¿Será eso lo que Dios quiere para tu vida? Sin duda alguna, NO. Jesús le dijo a sus discípulos:

Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma. Marcos 8:36.

Los hijos de Dios en general, somos peregrinos, no estamos para hacernos un gran nombre en esta Tierra o para acumular bienes y posesiones (ojo, tampoco estoy promoviendo el conformismo). Dios quiere que vivas para darle honra y gloria, la vida que tienes no es tuya, le pertenece a Él. Isaías 43:7, dice:

Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.

Juan el Bautista fue un gran profeta, el sabía que desde el vientre de su madre había sido apartado para abrirle el camino al Mesías, vivió con el propósito que le fue encomendado hasta el día de su muerte. En una ocasión sus discípulos fueron a decirle que los discípulos de Jesús estaban bautizando igual que él y que la gente iba a buscarle, ¿qué les dijo Juan?...


 “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe. Juan 3:30”.

El pecado más antiguo aun antes que existiera la humanidad es “la vanagloria, fue lo que provocó la caída de Satanás; por ello, es necesario que cada día busquemos menguar y que Jesucristo pueda crecer en nuestras vidas, porque la vanagloria, forma parte de nuestro ADN de la naturaleza pecaminosa que todavía tenemos.

Aun Jesucristo cuando vino, no se llamó ni se hizo así mismo rey, todo lo contrario, poseyéndolo todo, vivió y sufrió por amor a nosotras. En una ocasión, Jesús, les dijo a los judíos: “El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca… Juan 7:18”; también les dijo: “Pero yo no busco mi gloria… Juan 8:50”. ¿Por qué habríamos nosotras entonces quedarnos con su gloria o buscar nuestra propia gloria?

No vivamos egoístamente porque no se trata de ti ni de mi,
 se trata de vivir para glorificarlo a Él.

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Marcos 8:34

lunes, 1 de febrero de 2016

Haciendo trabajo escolar



Tomado de Shepherd Press


Independientemente del método de enseñanza que nuestros hijos tendrán en la escuela, también tendrán tarea para hacer en casa. La forma cómo interactúan mientras están haciendo su tarea tiene un impacto enorme sobre cómo nos relacionamos con ellos. Aquí hay algunas sugerencias positivas que nos ayudarán a interactuar con ellos y sus deberes escolares.


El trabajo escolar suele corresponder a uno o más de estas tres categorías:

a) Velocidad, 
b) Pulcritud y
c) Exactitud.

Para superar estas tres categorías existe una cuarta categoría que les ayudará a poner su mejor esfuerzo y esmero...

d) Glorificar a Dios


La velocidad, significa que el trabajo debe ser hecho con diligencia, constantemente y sin interrupciones.

La pulcritud es un regalo de cortesía que se le da a la persona que revisa el trabajo, para que pueda ser fácil de entender.

La exactitud muestra un alto sentido de la verdad y la integridad.

Glorificar a Dios, reconoce que Dios es digno de alabanza y honor en todo lo que hacemos. Es importante llevar a nuestros hijos a hacer las cosas con excelencia como hijos de Dios que son.


Estas cualidades debe enseñarse con delicada preocupación por el hecho de que cada niño es diferente. Un niño puede funcionar lentamente en comparación a otro, pero aún así está trabajando tan rápido como puede. Esta misma consideración debe ser aplicada a la pulcritud. Es de vital importancia para comprender los puntos fuertes de cada niño y sus limitaciones. La exactitud los lleva a completar las tareas con honestidad y no presentarlas con falta de información o sin finalizar. Debemos ser compasivas cuando ayudamos a nuestros hijos a aprender, lo importante es ser exacta y veraz. La gloria a Dios, reconoce que todo lo que hacemos en está vida es para la gloria y el honor de Dios, incluso el trabajo escolar.


El objetivo debe ser siempre aprender a trabajar con responsabilidad, no simplemente para evitar consecuencias negativas como perder acumulativos. En vez de regañar y exasperarnos, por su falta de responsabilidad o desempeño, ofrezcamos a nuestros hijos el aliento y el apoyo que necesitan. No debemos hacerles las tareas o trabajos por nuestra propia cuenta.



"En primer lugar, adquiere sabiduría sobre todas las cosas adquiere inteligencia. Honrala, y ella te enaltecerá; abrázala, y ella te honrará". Proverbios 4:7-8