viernes, 6 de diciembre de 2013

Historia de la Refri Vacía


Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Filipenses 4:19

Durante mi adolescencia atravesamos una situación económica crítica en el hogar de mis padres.  Había días, en los cuales no había nada que comer, pero la misericordia de Dios se manifestaba de alguna manera y nunca pasamos hambre.


Recuerdo que en una ocasión un “amigo” de mi papá se burlaba porque en la refri no había nada más que agua helada.  Fueron años muy difíciles y muchos otros años pasaron para poder ver mucho más que eso en la mentada refri.


Hoy, que tengo mi propio hogar, mi refri luce casi igual a la de mis padres “vacía como un coco” con sólo agua por adentro. Pero sabes algo, la provisión del Señor nunca nos ha faltado y confiados podemos decir: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron  sus misericordias. Nuevas son cada mañana, grande es su fidelidad.  Lamentaciones 3:22-23.


Hay algo peor que una refri vacía, y es un corazón vacío, sin esperanza en el Señor Dios Todopoderoso. El no aflige para siempre. Se compadece de nosotros según sus misericordias. ¿Recuerdas cuando Dios hizo llover pan del cielo (el maná) para el pueblo de Israel que se encontraba en el desierto?  Cuarenta años comieron mana (Éxodo 16:35) hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán, donde había abundancia.


Jesús dijo: “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, que habéis de vestir.  ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” Mateo 6:25


Durante el año vendemos desayunos y otras golosinas en el trabajo de mi esposo, en una escuela, y nos deja una considerable ganancia para cubrir algunos gastos de la casa. Cuando terminaba el período escolar y no teníamos ese ingreso, empezaba a ponerme ansiosa, y buscaba cuanto verso había sobre la ansiedad, sobre que Dios iba a suplir lo que nos faltará; pero no lograba tranquilizarme.


¿Sabes por qué? Porque estaba confiando más en lo que yo hacía y no en lo que Dios podía hacer. Cuando pensamos de esta forma, le estamos diciendo a Dios “tus promesas son bonitas, pero no me alimentan”.


Probablemente lo que Dios te proveyó hoy no te gustó. En mi caso cuando vivía con mis padres la mayoría de los días eran sopas instantáneas con algún vegetal. Hasta el día de hoy no me agrada el sabor de las sopas instantáneas, como cuando el pueblo de Israel en su ingratitud aborreció el maná. Dios siempre suple, pero a veces nos tocará aprender a ser agradecidas aunque no nos guste lo que proveyó.


La provisión de Dios no es una refri llena de alimentos y carnes producto de tu esfuerzo y trabajo. La verdadera provisión es aquella que Dios te da diariamente para el sustento de tu espíritu y cuerpo, producto de un corazón agradecido. Mateo 6:33 dice: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Muchas veces, queremos gozar de sus riquezas y hasta le demandamos que nos las dé, sin ni siquiera haber comenzado por lo básico que es buscarlo.



¿Recuerdas que la gratitud produce gozo? Tu gozo puede contagiar la vida de los que te rodean. Te diré como funciona, probablemente uno de tus hijos quiere de desayuno el cereal que vio en el anuncio de la televisión, pero quizás lo que Dios proveyó fue avena. Mi esposo lo que hace mientras tomamos nuestros alimentos, es degustar y saborear la comida, mientras dice: ¡uhmm que rico sabe lo que Dios proveyó hoy!, ¡qué delicioso lo que mamá preparo!, esto ayuda a que los niños no empiecen a murmurar y todos terminamos saciados y felices.


Te diré una verdad: Aunque falten los alimentos, que nunca te haga falta meditar en la Palabra de Dios. Porque es peor la debilidad de espíritu por falta de la Palabra, que la debilidad del cuerpo por falta de alimentos.

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