Es natural que toda joven soltera se ilusione con el hombre
que llegara algún día a desposarla, pero ¿Qué sucede en su corazón cuando el
tiempo transcurre y va viendo que sus otras amigas se casan y ella parece haberse
quedado para vestir santos como decían nuestras abuelitas?
Algunas pueden llegar a frustrarse y cometer el error de
buscar por su cuenta el hombre que ha Dios se le olvido enviarles. Otras pueden
tomar con mucha madurez su soltería y dedicarse a servir a Dios en cuerpo y
espíritu.
Dios desea que cualquiera que sea nuestro status civil,
vivamos para agradarlo a Él. Las solteras pueden dedicarse a servirlo por
completo en la obra; las casadas lo servimos por medio de nuestros esposos, por
medio de la labor que hacemos en nuestros hogares, nuestro tiempo es un poco
más limitado para servir en la obra.
Recuerda la Parábola de las Diez Vírgenes (Mateo 25:1-13),
cinco de ellas eran sensatas y cinco insensatas. Las sensatas estaban ataviadas
y listas con sus lámparas para recibir a su esposo; pero las insensatas se
durmieron y no tenían aceite en sus lámparas. Cuando llegó el novio, las
insensatas corrieron a prepararse, pero ya era demasiado tarde.
El aceite en la lámpara puede simbolizar de lo que tú estás
llenando tu vida, si lo estás haciendo para agradar a Dios o para agradarte a
ti misma. Es sorprendente como muchas jóvenes se preocupan por leer libros para
mujeres casadas o toman clases de cocina hasta que las piden en matrimonio y,
¿Qué han estado haciendo anteriormente? Pasamos la vida preparándonos
profesionalmente (lo cual no tiene nada de malo), pero y lo digo en general
porque a mí me paso, no nos preparamos para ser futuras esposas y madres.
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