Era
sábado 23 de junio del 2013.
¡No lo podía creer! Las lágrimas no dejaban de salir por mas esfuerzos
que hiciera. Dos
años atrás ya había tenido mi primer susto si se puede decir así, cuando descubrí que
tenia nódulos en la tiroides pero en
ese tiempo no eran malignos.
Ese
día era una biopsia rutinaria para mi, no me
esperaba esas palabras. Ahora, ¿cómo iba a pagar todo esto? ¿El
Señor me estaba diciendo que ya era tiempo? ¿Y mis
hijas…? No
sabia que hacer. Sin embargo, Dios sí sabía, y el fue moviendo cada circunstancia para
que yo pudiera ver de primera mano su misericordia y cuidado hacia mí y mi familia.
Empezamos
nuestro recorrido de fe en Tegucigalpa, en el Instituto Hondureño de Seguridad Social. Casi todos los días tenía que ir por citas, y/o exámenes de laboratorio. El tratamiento sugerido
fue una tiroidectomía y luego yodo radioactivo. Debido
a que era reciente cotizando en el seguro no tenía acceso a la cirugía. Fueron momentos bastantes duros, ya que
hicimos un petición a la junta directiva del seguro y fue
denegada. Y así como me cerró Dios la puerta en el Seguro Social, así la abrió milagrosamente en el Hospital San Felipe (también de Tegucigalpa). ¡El Señor es experto en imposibles!
En
esos días yo estaba muy cansada, tenía un fuerte dolor en la garganta y cuello
producto de la inflamación en la tiroides y el
crecimiento de los nódulos. Rebeccah,
mi cuñada que estaba viviendo en
República Dominicana, decidió volver a Honduras y vivir con nosotros el
tiempo que fuera necesario para apoyarnos con el cuidado de las niñas mientras nosotros estábamos en el hospital. Fue otra muestra del
cuidado de Dios por nosotros. Nuestras hijas estarían en su casa y así Vicky y Danna no se atrasarían en sus clases, ya que les doy Escuela en casa.
En
las noches no podía dormir hablando con Dios.
Preguntándole cuál era su voluntad. Con temor, no de morir. Yo
estoy segura que mi hogar es en el cielo desde que acepté a Jesucristo como mi Salvador y recibí el regalo de vida eterna. Más bien, quería ver
crecer a mis hijas transformarse en mujeres de bien, probablemente un deseo egoísta, pero esa era mi oración.
Entones
decidí leer Salmos y agarrarme de
sus promesas.
Salmos
18:1-2 TLA
¡Dios mío, yo te
amo porque tú me das
fuerzas! Tú eres
para mí la roca
que me da refugio; ¡tú me
cuidas y me libras! Me proteges como un escudo, y me salvas con tu poder. ¡Tú eres mi
más alto
escondite!
EL
23 de Julio estaban operandome en el San Felipe. Allí tuve la bendición de conocer a Rosario, una mujer valiente con
quien fuimos operadas el mismo día. Tuve la oportunidad de
hablar con ella, darle el evangelio y por la gracia de Dios tomó la decisión de servir al Señor. Está fielmente reuniéndose en una iglesia cercana a su casa. Pudimos
ser de bendición a su vida de muchas formas,
especialmente cuando a la semana de la operación, su esposo murió. Aun, seguimos en comunicación con ella y le doy tantas gracias a Dios por
su vida, aún con esas pruebas tan duras, ¡ella es fiel!
Al
día siguiente de la operación el cirujano que me operó me dijo que había metástasis en el área del cuello y aunque habían limpiado bastante no pudieron quitar algo
que tenía pegado a la tráquea. La
noticia fue devastadora para mi corazón. Ese día gracias a Dios estaba casi toda mi familia
visitándome. No hay como sentir el
amor de tu familia. Recordándome lo bueno que es Dios, y
que Él tiene el control… Que Él da paz en medio de la
tormenta.
En
mi caso, los doctores me sugirieron buscar fuera del país el tratamiento del yodo radioactivo. Mi
esposo estaba levantando fondos para movernos como misioneros a Santo Domingo,
República Dominicana. Mis suegros
ya estaban viviendo en ese bello país, y fue así como Dios nos guió a investigar las opciones para mi tratamiento
en Santo Domingo.
El
Señor nos llevó de la mano al lugar para hacerlo, y con la
aprobación de nuestros líderes tomamos ese paso de fe hacia la tierra
prometida. El 31 de agosto salíamos a República Dominicana, nuestro nuevo hogar.
En
ese tiempo creo que Dios me enseñó a dejarle TODO en sus manos.
Hasta ese momento yo había sido la encargada de mi
hogar… era la maestra de mis hijas… estábamos sirviendo en la Iglesia
en el ministerio de niños… y de repente, como que todo había cambiado. Ya no podía hacer las cosas sin ayuda. Me sentía inútil. Ya no cantaba tanto
porque no me gustaba escuchar mi nueva voz. Fue cuando el Salmo 23 cobró otro sentido para mi; estaba pasando por el
valle de sombra de muerte, y estaba aprendiendo a no temer… a tener la seguridad de que Dios estaba
conmigo y que confortaría mi alma.
CONTINUA LEYENDO LA 2 PARTE...
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