sábado, 25 de julio de 2015

¡Otra vez Maná!



Si hubiera existido un libro escrito por las mujeres Israelitas cuando pasaron cuarenta años en el desierto, probablemente, hubiera sido uno de cocina, cuyo titulo hubiera sido "Mil y una formas de preparar Maná". Lo que es para la dieta de los Hondureños los frijoles, para ellos era el Maná.


Cuando los esposos o los niños regresaban a casa después de sus actividades diarias, la pregunta obligada no era ¿y qué hiciste de comer hoy? sino ¿y hoy cómo lo hiciste? y es que no es broma, lo hicieron de mil formas, Números 11:7-8 dice:


"Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo".

La hora de comer no era nada fascinante o motivante para ellos, lo que estaban comiendo no era para chuparse los dedos, era de náuseas. ¡Ahhh, cómo lo aborrecieron! Y comenzaron a murmurar y lamentarse su desdicha.


"Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: !Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos". Números 11:4-6


Añoraban su esclavitud, ¡Qué increíble! Porque su dieta alimenticia no estaba limitada a sólo Maná sino a un menú variado, pero muy poco sabían sobre las propiedades del Maná, llamado también "pan de cielo". Haciendo un paréntesis, si meditas en como entró el pecado al mundo, te darás cuenta que fue por haber comido del fruto prohibido; otro ejemplo: Esau vendió a su hermano su primogenitura por un plato de lentejas y el mismo Jacob (Israel) antes de darle su bendición a sus hijos le pidió un guisado de cabrito. Como que era un poco ancestral los pecados de gula de este pueblo.


Volviendo al tema, los Israelitas no eran para nada agradecidos, fueron testigos de varios milagros en vivo como cuando Dios les proveyó agua de la roca, cuando hizo descender Maná, como los acompañaba una columna de fuego durante la noche y una nube durante el día para que tuvieran certidumbre de la presencia de Dios. Pero ninguno se detenía a dar gracias a Dios, solo querían que sus demandas fueran cumplidas.


Ellos no tenían que ir a labrar la tierra, no tenían que ganarse el pan con el sudor de su frente; lo único que tenían que hacer era recoger Maná durante la mañana. Pero el Maná tenía un propósito, era una prueba...


"Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no". Éxodo 16:4


Era el examen de Dios, cuidadosamente planeado, sabiamente implementado y administrado a diario. Dios diseñó la dieta para que fuera día tras día una prueba de su obediencia, de su paciencia, de gratitud y de su determinación a perseverar a pesar de la monotonía del maná. Los resultados de la prueba fue todos reprobados.


Entonces nuestro buen Dios, cansado de escuchar sus reclamos, llanto y murmuraciones, les dio a comer carne de codornices:


"Y vino un viento de Jehová, y trajo codornices del mar... Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices... Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande". Número 11:31-33


Hace muchos años atrás cuando el huracán Gilberto golpeó nuestro país, mis padres recibieron por medio de la Iglesia que administraban, muchas latas de diferentes comidas y eran todo lo que teníamos para comer. En las latas habían pollo cuyo apariencia era acuosa y ligosa, su sabor simple y difícil de tragar (mi madre le ponía un poco de salsa de tomate para mejorar el sabor pero era imposible superarlo); en otras latas habían frijoles con sabor a tierra, pero había algo que si nos gustaba a mis hermanos y a mí, era un cereal que venía como en barras de energía revestidos de jalea. A escondidas de mis padres, comimos varios y ¿sabes que nos provoco?, una terrible congestión estomacal. Como no sabíamos en ese entonces Inglés, las instrucciones decían "comer solo uno diariamente, el comer más de dos, puede provocar intoxicación.


Eso fue lo mismo que le dio al pueblo de Israel, el Maná tenía muchas propiedades, sus estómagos estaban acostumbrados a una dieta cotidiana pero saludable. En una ocasión escuchaba a una amiga decir "ya llevó dos días almorzando y cenando spaguettis". La mayoría de las veces en mi hogar cenamos lo mismo "frijoles, queso, plátano y huevo", pero para mí es una bendición el poder llevarme y darle a mis hijos algo de comer, cuando hay miles en nuestro país que tienen menos que eso.


Cuando Jesús les enseñó a sus discípulos a orar (Lucas 11), después de dar gracias a Dios, sigue "el pan nuestro de cada día dánoslo hoy" (verso 3). Jesús no mencionó que iba a darnos un menú diario variado, el nos dice que aprendamos a ser agradecidas con lo que Dios pone en nuestra mesa cada día y que nos despreocupemos que comeremos el día de mañana. Enseñemos a nuestros hijos a ser agradecidos con lo que Dios nos provee cada día.

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