miércoles, 19 de agosto de 2015

Enseñando sobre la autoridad a nuestros hijos




La autoridad es un regalo de Dios para con sus hijos y en especial a aquellas que están conformadas por las familias. A menudo se abusa de la autoridad, por un lado o se cometen descuidos por otra parte. Sin embargo, es importante no perder de vista la autoridad bíblica.


Viendo la autoridad como regalo requiere algo de una actitud de ajuste para muchos. El mundo, bajo la dirección de Satanás (Efesios 2:1-3) quiere autoridad para ser visto como una decisión arbitraria, indiferente y cruel. La autoridad se tiende a reducir a la imaginación, la creatividad, al limitar la libertad individual, y disminuir la pena. Estos conceptos erróneos han entrado a las familias.


Someteos unos a otros en el temor de Dios. Efesios 5:21


En contraste, vamos a ver cómo la Biblia habla acerca de la autoridad. La primera cosa que debemos recordar de la autoridad bíblica es que es un mandamiento y no algo que se gana o se debe tomar en consideración como la autoridad humana. Los esposos no son necesariamente las personas dignas a quienes las esposas deban sujetarse. Los padres no son definitivamente las mejores personas que sus hijos quieran obedecer. Los oficiales de la ley no son más honestos que las personas que tienen que proteger. Estas posiciones de autoridad, y cualquier otra forma de autoridad, son establecidas por Cristo. (Colosenses 1:15-20) por lo tanto, nuestro respeto por la autoridad no está directamente ligada a la persona en autoridad, pero si a la persona que estableció que la autoridad.


En segundo lugar, la autoridad humana nos recuerda que de toda la creación está sujeta a los preceptos de Dios. Todos vivimos y morimos por la voluntad de Dios. Esto no es una noción popular en nuestra cultura, pero es cierto.


Por esto os escribo estando ausente, para no usar de severidad cuando esté presente, conforme a la autoridad que el Señor me ha dado para edificación, y no para destrucción. 2 Corintios 13:10


En tercer lugar, la autoridad está establecida por Dios es para nuestro beneficio. En 2 Corintios 13:10 Pablo dice que Dios ha dado autoridad para construir y no destruir. Construir es el beneficio principal de la autoridad. Con demasiada frecuencia, los padres piensan de la autoridad como una herramienta para controlar a los niños para que las cosas estén ordenados o como un instrumento de castigo.


Pablo dice que la autoridad debe ser utilizada para construir. Esto significa que para ejercer autoridad bíblicamente debe existir mucha consideración y sobre todo oración. Cuando salimos de casa junto con mi esposo, y los chicos deben quedarse solos, por lo general mi hijo menor pregunta ¿Quién queda a cargo? Para saber por si tan solo alguna vez le decimos "tú quedas a cargo". Estamos enseñándole que debe ver como autoridad a sus hermanos mayores cuando estamos ausentes, y sus hermanos mayores no deben abusar de esa autoridad.


Construir la autoridad en el seno de nuestro hogar les facilita a nuestros hijos el obedecer a sus autoridades cuando están en la escuela u otra institución. Si murmuramos por nuestras autoridades, ellos aprenderán a murmurar y a faltarles el respeto que es lo que más abunda por parte de la juventud hoy en día.


La autoridad debe darse con palabras y hechos agradables, no con gritos o haciendo uso de nuestra fuerza y poder sobre nuestros hijos. Las palabras que están diseñadas para construir de acuerdo a las necesidades de las palabras agradables son fáciles de escuchar y de seguir. Las palabras dichas con fuerza y dominio crean barreras y obstáculos difíciles de superar en la crianza de nuestros hijos.


Cuando ejercemos autoridad los niños no deben obedecernos por  causa de nuestros maravilloso carácter o historial impecable, sino para enseñarles cuanto nosotros obedecemos los mandamientos y la autoridad de Cristo en nuestras vidas. Esto ayuda a que nuestros hijos se acerquen a la cruz de Cristo y aprendan a obedecer que toda autoridad ya sea buena o mala ante nuestros ojos ha sido puesta por Dios para nuestro cuidado y que es nuestro deber como buenos hijos de Dios el obedecerlas.

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