Después
de la luna de miel, llegamos al lugar que se va a convertir en nuestro “nidito de amor”, y nos damos cuenta que
necesitamos más que amor para hacerlo funcionar. La realidad nos puede tomar
desapercibidas, nos hemos casado con una persona totalmente diferente y con
patrones distintos al nuestro. Pero a partir de ese “si acepto”, nos hemos
convertido en una sola carne (eso incluye un mismo pensar y un mismo sentir en
todo).
Las
mujeres fuimos escogidas por Dios para edificar nuestros hogares, una tarea
sumamente importante y trascendental no solamente para nuestra vida, sino para
las vidas de quienes nos han sido delegados: Nuestro esposo e hijos. Ahora
dependemos totalmente de nuestro esposo ¿¡cómo!? Si, si deseas que la empresa
de tu matrimonio funcione como Dios quiere, debes y tienes que obedecer lo que
Él nos manda en su Palabra. Colosenses 3:18, dice:
“Casadas estad sujetas
a vuestros maridos como conviene
en el Señor”.
La
palabra clave en este verso es “como conviene”.
A las casadas nos conviene la sujeción a nuestros esposos porque nos protege de
cometer malas decisiones, nos libra de querer vivir de acuerdo a las pautas de
este mundo y nos da libre acceso a la cobertura de Dios.
Por
muchos libros que hayamos leído antes de casarnos acerca de cómo ser una “buena esposa”, en la práctica llegamos
casi nulas al matrimonio; necesitamos con urgencia la sabiduría Divina para
llevar a cabo el diseño que Dios ha trazado para el hogar.
La
sabiduría no es algo con lo que nacemos. La sabiduría Divina es el conocimiento
que adquirimos por medio de una relación estrecha con Dios en su Palabra.
Proverbios 4:5 en adelante nos habla de adquirir sabiduría e inteligencia, de
no apartarnos de ellas, de amarlas, conservarlas y engrandecerlas.
Esa
misma sabiduría nos ayudará a edificar nuestro matrimonio con inteligencia,
bajo la guía del Espíritu Santo obrando en nuestras vidas.
“La mujer sabia
edifica su casa”… Proverbios 14:1
Mi
hogar no comenzó siendo un oasis de felicidad. Todo lo contrario, los primeros
años fueron muy tensos e impredecibles con peleas y discusiones con mi esposo;
pero la gracia Divina me ayudó a ver mi necedad, que no era a mi manera que
podía hacer funcionar mi matrimonio, sino a la manera que Dios estableció en su
Palabra, que es mucho más eficaz que mi vano conocimiento.
Dios
puso en mi corazón el deseo de compartir con otras mujeres mi historia
personal, como dice la Palabra:
“Nuestras cartas sois
vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los
hombres”.
2 Corintios 3:2
Tu
testimonio y el mío sirven para poder animar y exhortar a otras mujeres, a ser
la esposa, la madre, la hija, la hermana, la amiga, la mujer ejemplar que vive
para glorificar a Dios y que ha encontrado su verdadera realización celestial
aquí en la Tierra.
¡Cuidado, Mujeres Trabajando en Casa! nos
enseña cómo podemos edificar un hogar con la ayuda del Arquitecto de la
Creación. Él nos diseñó y sólo Él sabe cómo funcionamos de la mejor manera para
ser felices y llevarle gloria a Él. Lo único que debemos hacer es dejar que nos
moldee conforme a su diseño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario