viernes, 16 de enero de 2015

CUIDADO - Mujeres Trabajando en Casa


Después de la luna de miel, llegamos al lugar que se va a convertir en nuestro “nidito de amor”, y nos damos cuenta que necesitamos más que amor para hacerlo funcionar. La realidad nos puede tomar desapercibidas, nos hemos casado con una persona totalmente diferente y con patrones distintos al nuestro. Pero a partir de ese “si acepto”, nos hemos convertido en una sola carne (eso incluye un mismo pensar y un mismo sentir en todo).

Las mujeres fuimos escogidas por Dios para edificar nuestros hogares, una tarea sumamente importante y trascendental no solamente para nuestra vida, sino para las vidas de quienes nos han sido delegados: Nuestro esposo e hijos. Ahora dependemos totalmente de nuestro esposo ¿¡cómo!? Si, si deseas que la empresa de tu matrimonio funcione como Dios quiere, debes y tienes que obedecer lo que Él nos manda en su Palabra. Colosenses 3:18, dice:

“Casadas estad sujetas a vuestros maridos como conviene en el Señor”.
La palabra clave en este verso es “como conviene”. A las casadas nos conviene la sujeción a nuestros esposos porque nos protege de cometer malas decisiones, nos libra de querer vivir de acuerdo a las pautas de este mundo y nos da libre acceso a la cobertura de Dios.

Por muchos libros que hayamos leído antes de casarnos acerca de cómo ser una “buena esposa”, en la práctica llegamos casi nulas al matrimonio; necesitamos con urgencia la sabiduría Divina para llevar a cabo el diseño que Dios ha trazado para el hogar.

La sabiduría no es algo con lo que nacemos. La sabiduría Divina es el conocimiento que adquirimos por medio de una relación estrecha con Dios en su Palabra. Proverbios 4:5 en adelante nos habla de adquirir sabiduría e inteligencia, de no apartarnos de ellas, de amarlas, conservarlas y engrandecerlas.

Esa misma sabiduría nos ayudará a edificar nuestro matrimonio con inteligencia, bajo la guía del Espíritu Santo obrando en nuestras vidas.

“La mujer sabia edifica su casa”… Proverbios 14:1
Mi hogar no comenzó siendo un oasis de felicidad. Todo lo contrario, los primeros años fueron muy tensos e impredecibles con peleas y discusiones con mi esposo; pero la gracia Divina me ayudó a ver mi necedad, que no era a mi manera que podía hacer funcionar mi matrimonio, sino a la manera que Dios estableció en su Palabra, que es mucho más eficaz que mi vano conocimiento.

Dios puso en mi corazón el deseo de compartir con otras mujeres mi historia personal, como dice la Palabra:

“Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres”.
2 Corintios 3:2

Tu testimonio y el mío sirven para poder animar y exhortar a otras mujeres, a ser la esposa, la madre, la hija, la hermana, la amiga, la mujer ejemplar que vive para glorificar a Dios y que ha encontrado su verdadera realización celestial aquí en la Tierra.

¡Cuidado, Mujeres Trabajando en Casa! nos enseña cómo podemos edificar un hogar con la ayuda del Arquitecto de la Creación. Él nos diseñó y sólo Él sabe cómo funcionamos de la mejor manera para ser felices y llevarle gloria a Él. Lo único que debemos hacer es dejar que nos moldee conforme a su diseño.



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