No soy una mujer romántica y mi esposo, tampoco es un hombre romántico. Creo que los únicos días que nos ponemos románticos, es para nuestros cumpleaños y para nuestro aniversario. Pero eso no significa que de vez en cuando no nos hagamos detalles.
El problema del romanticismo es cuando esperamos que nuestro cónyuge nos llene de atenciones y detalles, nos sorprenda con una cena romántica y rosas; y hay de ellos si olvidan la fecha en que nos hicimos novios, nos dimos el primer beso, la primera vez que salimos juntos, etc. Idealizamos que nuestro esposo sea como los personajes de las películas románticas de cine y hacemos a un lado lo que realmente, ellos hacen cada día por nosotras que podría traducirse como actos de bondad.
Por ejemplo, cuando mi esposo está de vacaciones (los cuales son dos largos meses y medio) o algunos fines de semana cuando no está sirviendo en la Iglesia, al levantarse y después de su tiempo devocional, me pregunta: "¿Qué quieres que haga hoy por ti? Créeme eso vale muchísimo para mi, más que ¿a dónde quieres salir? No es que no me guste salir al cine o a comer. El es un hombre hogareño, se que disfruta estar en casa y la mayor parte del tiempo durante el año, está sirviendo, estudiando, entrenando, dando clases...
Los actos de bondad se reflejan a través de si es un hombre que atiende las responsabilidades de su hogar, si es un padre amoroso e instruye en el temor del Señor a los niños, si ora y lleva a su familia a la obediencia de Cristo, si es un hombre diligente en cuidar la vida de su esposa para presentarla pura y sin mancha como lo menciona Efesios. Esto, es lo que ayuda a construir y fortalecer el matrimonio. El romanticismo, es parte de, pero no es lo que lo va a sostener.
No te frustes deseando tener un esposo romántico, mejor valora cada uno de los detalles que él tiene hacia ti, la forma como te cuida, como te habla, como te edifica, como instruye a tus hijos, como te expresa su amor, como es responsable con el hogar, como vela por el bienestar tuyo y de tus hijos, como busca a Dios, como sirve en la Iglesia, como ama a Dios.
A través de los años de matrimonio que tengo (casi 17), he aprendido y no ha sido nada fácil, que cuando mi esposo sirve a Dios y está apegado a Él, está más seguro en sus manos que en mis manos. Valora el amor que tu esposo muestra por ti, y que eso tenga más peso que los momentos románticos y cuando se den esos momentos, disfrútalos al máximo
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