lunes, 6 de febrero de 2017

Cómo crecer espiritualmente



Había una acalorada discusión un día en el huerto.

La tomatera hacia alarde de sus frutos rojos que había en sus ramas, le decía a la sandía:
- "nunca darás frutos de agradable color como los míos".


La sandía, muy molesta le contestaba:
- "Y tú, nunca darás frutos de mi tamaño, además yo no necesito ser tan alta para dar frutos grandes en comparación con tus tomatitos".


En eso la vid entró en la conversación y les dijo:
- "Dejen de discutir ambas, que ninguna de ustedes da frutos dignos de reyes como yo, pues de mi hacen el más exquisito vino para deleitar el paladar".


Cada planta defendía las bondades de sus frutos, cuando en eso se quedan viendo al olivo y le preguntan:
- "Y tú, aburrido árbol, ¿qué clase de frutos das?


El olivo, se quedó viéndolos y les contestó:
- "De mi sacan el preciado aceite, que en antaño se utilizó para ungir a los reyes, las bondades de mis frutos son muchas. Pero lo que más disfruto, es ver las aves que anidan en mis ramas, ver a nuestro amo descansar bajo mi sombra cuando hace calor y poder disfrutar como cambian las estaciones año con año.


Todas se miraron desconcertadas y preguntaron:
- ¿Cuánto tiempo llevas en la huerta?


El árbol de olivo contestó:
- Han sido muchos años, tantos que mis raíces son muy fuertes y profundas, mi tronco está firme y mis ramas aunque por temporadas pierdan sus hojas, se que nuevamente crecerán al igual que mis frutos.


En ese momento, el agricultor entró y comenzó a cosechar los frutos. Tomó los tomates, las sandías y las uvas y las colocó en cajas. Seguidamente desarraigó sin mucho esfuerzo esas plantas y las arrojó a un lado. Luego  se quedó viendo al árbol y descanso bajo su sombra.


"Ustedes los conocerán por sus frutos, pues no se recogen uvas de los espinos, ni higos de los abrojos. Del mismo modo, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. El buen árbol no puede dar frutos malos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que ustedes los conocerán por sus frutos". Mateo 7:16-20

Cada una de nosotras es responsable de su propio crecimiento espiritual. Cada una de nosotras decide que clase de fruto desea dar. Sin duda alguna, si quieres que tus frutos crezcan rápido, probablemente serás una tomatera o una sandía o una vid. Darás frutos solo por temporadas y luego morirás irremediablemente. Recuerda cuando Jesús maldijo a la higuera porque no halló fruto, casi de forma instantánea se secó.


Pero si deseas dar frutos de calidad no solo por temporadas, si quieres ser un árbol fuerte y firme que soporte las inclemencias del clima, debes cultivar tú crecimiento espiritual por medio de la Palabra de Dios que contiene los mejores nutrientes para tu vida.


Hazte las siguientes preguntas:

¿En qué invierto más mi tiempo, en mi crecimiento espiritual o profesional?
¿Cómo es la calidad del fruto que estoy dando?
¿Estoy nutriéndome adecuadamente?
¿Estoy dejando que otros cuiden de mi?


El crecimiento espiritual, no es algo que deba darse de forma silvestre, como las plantas que crecen en el bosque. También, necesitamos personas que nos ayuden a crecer adecuadamente. Por ello, en las cartas del apóstol Pablo se emplean frases como: "amándoos unos a otros", "exhortándoos unos a otros", "animándoos unos a otros"... Aprecia a aquellas personas que cuidan de ti.


Aunque crecer como un árbol tomé tiempo, recuerda que puedes durar décadas y llevar mucho fruto. Permite que Dios trabaje en tú vida y nutra tus raíces para que seas un árbol fuerte que le lleve fruto a ciento por uno.


"Es posible cambiar sin crecer, pero es imposible crecer sin cambiar".- 
John Maxwell

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