Mi nombre es Jasmin Blanco, aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador es la primera decisión más importante de nuestra vida y yo tuve el
privilegio de aceptarlo a mis 15 años de edad.
Comencé a ser una creyente que sólo
iba a la iglesia como parte de mi rutina, sin crecimiento espiritual, sin
convicciones, sin el deseo de conocer más a Dios y por tanto con los mismos
pensamientos y formas de vivir del mundo. Era el tipo de joven que pensaba que
cuando me casara era donde realmente iba a comenzar mi felicidad.
Recuerdo pensar mucho en cómo
quería que fuera mi futuro esposo, en mi mente me decía: "Quiero un buen
hombre; alguien que sea romántico, atento, alegre, profesional, que sea un
hombre que no fume ni beba, que no sea mujeriego y que me quiera". Esas
eran las cualidades primordiales que yo buscaba en alguien.
A medida fue pasado el tiempo fui
teniendo relaciones amorosas que me hicieron pasar por momentos dolorosos que
pude haber evitado si tan sólo hubiera puesto todo en manos de Dios. Hubo una
en específico que me hizo llegar a la intimidad de mi cuarto y con lágrimas en
los ojos arrodillarme delante del Señor y pedirle que sanara mi corazón, porque
sabía Él tenía el poder para hacerlo, y lo hizo, fue increíble porque en poco
tiempo sanó la herida sentimental que había en mí.
Pero ¿Adivinen qué? Ni con esas
malas experiencias yo cambiaba mi forma de pensar, seguía teniendo la idea de
pasar mi vida con un "buen" hombre que tuviera las cualidades que les
mencioné anteriormente. Esto es un claro ejemplo que aún estaba muy alejada de
lo Dios deseaba para mí como su hija.
A mis 26 años conocí a una
persona con quién comencé un noviazgo formal, era un hombre justamente con las
cualidades que yo quería pero no era creyente y en realidad eso no me importaba
porque yo creía tener la capacidad de cambiarlo, pensaba que compartiéndole el Evangelio y llevándolo a la iglesia todo se podía resolver olvidando aquel
mandato, que dice en 2 Corintios 6:14...
"No se unan ustedes en un mismo yugo con los que
no creen".
Sinceramente la relación duró
sólo dos meses pero en ese corto tiempo Dios sí que cambió mi forma de pensar y
hacerme ver lo que en realidad él quería para mi vida. Curiosamente en ese
tiempo me llamaba mucho la atención leer artículos sobre el noviazgo cristiano,
artículos a través de los cuales no dudo que el Señor me estaba hablando.
Recuerdo que leí la historia de
una pareja comprometida de la misma iglesia en la que me reúno pero de otra
ciudad y ésta persona en su artículo contó que alguien le había dicho las
siguientes palabras: "Su matrimonio no tendrá sentido si juntos no hacen
la gran comisión". Cuando leí eso, lloré y le dije al Señor con todo mi
corazón que eso mismo es lo que yo deseaba para mí vida.
Entonces comenzaron las dudas y
las preguntas acerca de si con la persona que estaba podríamos hacer juntos la
gran comisión, crecer y hacer la voluntad del Señor. Fui sincera conmigo misma
y me dije: "NO", así que decidí honrar al Señor terminando la
relación y comencé a pedirle a Dios en oración por un hombre creyente, por un
hombre que me animara a crecer espiritualmente, que me acercara más al corazón
de Él en lugar de alejarme, por un hombre que fuera temeroso de su palabra y
que juntos tuviéramos la misma visión.
En menos de un año el Señor puso
en mi camino de forma inesperada a un joven llamado Sergio. Sergio asiste a la
misma iglesia que yo, sólo que en otro país, es salvo, está creciendo en el
Señor, tiene el mismo deseo de hacer la gran comisión, incluso en mis oraciones
fui tan específica en cualidades como su color de piel y su temperamento que cuando
lo conocí no tuve duda que era la respuesta a mis oraciones, y lo más
importante, él estaba muy interesado en mí.
Así que en poco tiempo y bajo
dirección, me propuso comenzar un tiempo de cortejo, el cual acepté. En ese tiempo recordé que alguien una vez en
medio de un consejo, me dijo: "Cuando algo proviene de Dios, ese algo nos llena
de paz"; y era lo que yo sentía en ese momento con Sergio, estaba tan agradecida
con el Señor que en cada oración le daba las gracias por haberlo puesto en mi
camino.
Fijamos una fecha para decidir si
pasábamos a la siguiente etapa o no. Y algo que nos ayudó mucho fue la
dirección de nuestros pastores y estar en íntima relación con el Señor para
tener claridad de lo que queríamos y hacer las cosas bien para honrar su nombre.
Estábamos seguros que lo que queríamos era un compromiso formal, así que cuando
llegó el ansiado día, él me esperaba con un anillo porque desde un inicio me hizo saber
que quería que yo fuera su esposa, y por supuesto que le dije que ¡SI! A la
fecha estamos comprometidos y deseosos de hacer su voluntad en nuestra
relación.
Decidir pasar el resto de mi vida
con Sergio fue la segunda decisión más importante de mi vida y me llena de paz
saber que esa decisión fue guiada por el Señor, Él se encargó de los detalles
más pequeños de esta historia y me hizo conocer su voluntad que siempre fue
buena, agradable y perfecta.
No dudo que el Señor tiene una
historia diferente para tu vida, pero cada historia de amor debe de tener un
fin en común, decidir honrar a Dios para él pueda honrarte, tal como dice en su Palabra:
…"Yo honro a los que
me honran…"
No hay comentarios:
Publicar un comentario