Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo. I Pedro 3:7
En algunas ocasiones he escuchado este comentario en mujeres, “mejor hubiese nacido hombre, pienso que las mujeres siempre llevamos las de perder”. Les confieso que a mi también, en más de una ocasión, se me ha cruzado ese pensamiento.
Pienso que esto nos ocurre cuando dejamos de ver la gracia que Dios nos ha tenido dentro de su plan perfecto; no somos de menor categoría por haber sido creadas por último, somos la culminación idónea del diseño de Dios en su Creación. Dios formó a Adán a su imagen y semejanza, a Eva de una costilla que tomó de Adán; ¿por qué? Para que ella siempre supiera que fue creada para ser parte de él.
El mundo ha distorsionado la imagen de la mujer, la ha hecho ver como un producto sexual, el cual explota su belleza y encantos. Dios nos creó con el propósito que expresáramos la belleza incorruptible que El nos ha dado para llevarle honra y gloria.
La vida de una mujer
Las mujeres estamos sujetas a muchos cambios en el transcurso de la vida; las menstruaciones, los embarazos, la crianza de los hijos, la menopausia, la edad avanzada; y a muchas nos cuesta adaptarnos. Los hombres manifiestan que somos impredecibles y hasta chistes se han hecho de que deberíamos nacer con un manual.
Yo solía deprimirme cuando se acercaba la fecha de mi cumpleaños, tomando en cuenta que soy un poco mayor que mi esposo, me empecé a llenar de temores y dudas. Gracias a Dios, Pablo, mi esposo, me conoce muy bien y comenzó a alentarme con palabras dulces y agradables. Y pronto se me olvidó que tengo mas de cuarenta años (jajajajaja).
Mujeres, no miremos con pesimismo nuestra labor, aceptemos los cambios en nuestra vida con la fortaleza y la sabiduría que Dios nos da en su Palabra. Disfrutemos el lugar privilegiado que El nos da en su Creación.
Somos coherederas de la gracia de la vida que Dios permitió que compartiéramos al lado de nuestros esposos e hijos. Somos fuertes y valientes cuando nos dejamos llenar con su poder, somos bellas princesas cuando reflejamos la belleza incorruptible que El nos dio.
Tanto los hombres como las mujeres tenemos un lugar valioso e importante dentro de los propósitos de Dios. Busquemos fortalecernos y complementarnos para Su gloria.
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