Dios me dio la gracia de tener cuatro hijos y un nieto. Mi hija mayor ya es madre, tengo una hija y uno de mis hijos en plena adolescencia y un peque en edad escolar.
Hace poco que celebramos el Día de las Madres, compartía con algunas amigas que la etapa más difícil de una mamá no es cuando le toca desvelarse por las noches cambiando al bebé o dándole biberón o pecho o tratando de bajarle la fiebre o ayudándoles a hacer los deberes escolares o ayudandoles a enfrentar el bullying en la escuela... la etapa más difícil para una mamá es la adolescencia.
En los primeros doce años de edad de nuestros hijos, ellos dependen casi en su totalidad de nosotras. Somos quiénes resolvemos sus problemas, quiénes tienen que tener las respuestas correctas cuando el buscador de Google no las tiene, quien debe reír de sus chistes rancios, quien debe tener todo listo para que ellos lo realicen... En esta etapa se corrige, se instruye, se enseña a obedecer y a amar a Dios, se disciplina, se forja carácter tanto en el niño o niña como en nosotras.
Pero cuando esos años pasan, ellos y ellas, empiezan a formar su propio mundo, a tomar sus propias decisiones, a ser más responsables, a adquirir sus propios gustos por cierto tipo de ropa o música o tendencias, escogen sus propias amistades, se forman su propio concepto de Dios, comienzan a tener sus luchas internas, se enfrentan a una cultura que los mira como "ñoños" por no seguir sus lineamientos... y eso si no tienes el cuidado necesario y la visión general de lo que Dios desea para sus vidas, puede llegar a dejarte por fuera de sus vidas y puede que no sigan los caminos de Dios.
Qué hacer entonces?
1. No te vuelvas una mamá totalitaria
No pretendas tenerlo todo en control, no trates de hacer la labor transformadora del Espíritu Santo en sus vidas. Más que mamá, ellos y ellas, necesitan una amiga. Tus hijos no te abrirán su corazón, si tú señalas o juzgas sus acciones. Creeme se necesita bastante tacto para eso, pero sobre todo creerle a Dios que la semilla que sembraste en sus primeros años, germinará y crecerá.
"Así como la lluvia y la nieve caen de los cielos, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra y la hacen germinar y producir, con lo que dan semilla para el que siembra y pan para el que come, así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié". Isaías 55:10, 11
2. Detente a escucharlos
Los adolescentes tienen mucho que hablar y si no aprendes a escucharlos enmudecerán o hablarán solo con monosílabos o se desahogarán con la persona incorrecta. Prepara tú corazón para escucharlos hablar, presta atención a los detalles, muestra interés en la conversación aunque por dentro te preguntes ¿no sé de qué me está hablando? No respondas molesta o ironicamente, medita antes de dar tú opinión.
"Al que responde palabra antes de oír, le es fatuidad y oprobio". Proverbios 18:13
3. Corrige sus fallas o pecados
El Rey David fue un padre temeroso de confrontar a sus hijos, ni siquiera le llamó la atención a Amnon cuando pecó tomando a su hermana Tamar, lo cual desató el enojo e ira de Absalón quien tomó justicia por su cuenta y a la postré la rebeldía de su hijo casi le cuesta el reino a David. Un padre temeroso, que no corrige amorosamente a sus hijos, alentará a la rebeldía
La confrontación amorosa requiere valentía y confianza en Dios. Piensa, cómo desea Dios que yo actúe ante está situación? Con la verdad, con gracia y misericordia, pero sobre todo con amor. Anima en lugar de condenar o mostrar indiferencia.
"Ustedes padres, no exasperen a sus hijos para que no se desalienten". Colosenses 3:21
4. Muestra empatía hacia sus luchas
Sus luchas son reales no puedes verlas o juzgarlas desde tu perspectiva. El mundo al cual se enfrentan día a día quiere absorberlos y aniquilarlos para la obra de Dios. No minimices sus logros, ni les digas "eso no es nada, debes esforzarte más". No los hagas vivir la vida que tú deseas que vivan, enseñales a vivir para la gloria de Dios, porque es por lo que vale la pena luchar.
5. No críes "NINIS"
La generación actual la conforman cientos de jóvenes que no trabajan ni estudian y le añadiría que desean tenerlo todo sin ningún esfuerzo. El ocio es pecado, al igual que la pereza, no les apañemos su negligencia. Enseñemos a nuestros hijos el valor de la diligencia, el esfuerzo, el estudio y el trabajo sin caer en el academisismo.
Recuerda que Dios nos demandará lo que hicimos o dejamos de hacer con los hijos que nos confió.
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