jueves, 22 de diciembre de 2016

María, sabía que...




"María, sabías que..." Es una de las canciones más hermosas que captan por lo que María pasaría como madre de Jesús. María era una mujer joven, probablemente una adolescente. No había nada especial en ella. La primera vez que leemos sobre ella, es en el primer capítulo de Lucas, cuando se encuentra con el ángel Gabriel.


Visiblemente sorprendida por el saludo del ángel, es confortada por sus palabras que cambiarían totalmente su vida. Iba a convertirse en madre, siendo virgen. Se le dijo, que su hijo crecería para tomar el trono del Rey David y que su reino no tendría fin. Hasta ahora, todo parecía bien, pero quién sería el padre del bebé?


Su bebé no sería un niño ordinario. María, una mujer joven, una pecadora salvada por gracía, estaba perturbada, confundida y asustada. Le habían dado el mensaje más sorprendente que alguna mujer había oído. Ella sería la madre del Salvador del mundo.


Gabriel le contesta que va a quedar embarazada por el Espíritu Santo. Su hijo no tendría un padre humano, él sería el hijo de Dios, el Mesías. Al instante, lo ordinario se hizo completamente extraordinario. En este momento, María, la chica común, hizo algo extraordinario. Con fe, ¡ella creyó la palabra de Dios!


En lugar de preocuparse por todo lo que podría cambiar en su vida, sobre cómo iba a tener una conversación incómoda con José acerca de su embarazo, María respondió con estas palabras de fe:


"... He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra". Lucas 1:38


¡Qué disposición tan sorprendente! María sabía que su vida cambiaría radicalmente, no sería esa mamá común y corriente que instruye, enseña, aconseja, corrige, guía, atiende, cría... sería la madre del Salvador del mundo, pero no se aferró a eso ni se sintió super especial. Años después, vemos que cuando el niño Jesús, se les extravía en el templo, en Lucas 2:51 se describe: "... y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón".


A las madres nos cuesta entender que nuestros hijos son prestados por Dios, y nos aferramos a ellos como si fueran propios, sabiendo que su Padre Celestial podría llegar a hacer cosas extraordinarias con personas ordinarias como ellos o como nosotras. 


Surge otra reflexión del ejemplo de María: ¿Cómo está tu disposición hacia Dios?

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