Cuando leemos Deuteronomio, Mateo o Colosenses, el mensaje es el mismo: Lo primero que Dios requiere es que Él sea amado. Con demasiada frecuencia, cuando se trata de criar niños, el amor de Dios está relacionado como un pensamiento después de la obediencia. El proceso de pensamiento puede ser así:
"no puedo forzar a mis hijos a amar a DIOS, así que les enseñaré a obedecer, porque puedo exigírselos."
La enseñanza de la obediencia parece ser una tarea más factible, que enseñar el amor de Dios. Después de todo, llegar al corazón de nuestro hijo está más allá de nuestra capacidad. Por supuesto que está más allá de nuestra capacidad, pero no más allá de la capacidad de Dios.
Pensemos en la gente de quien Dios exige el amor como condición de obediencia:
Los hijos de Israel eran duros de corazón, pero Moisés les dice que su primera responsabilidad es amar a Dios con todo su corazón (Deuteronomio 10:12-13; 6:4-7). A los cínicos, hipócritas corazones de los Fariseos, Jesús les dice que el mayor mandamiento es el amor de Dios (Mateo 22:37-40). A la gente pagana, cosmopolita de Colosas y Corinto, el Apóstol Pablo les dice que comiencen con el amor (Colosenses 3:14 y 1 Corintios 13).
Los corazones de nuestros hijos no son más difíciles de alcanzar que los corazones de esta gente. El amor de Dios debe ser primero. Esto no significa que esta verdad debe ser abrazada inmediatamente por nuestros hijos. Pero, si significa que no podemos dejar el amor de Dios fuera de la maternidad (Deuteronomio 6:4-7), de lo contrario, nuestra dirección como madres será sólo una forma vacía de trabajo-Justicia o manipulación.
¿Cómo se ve esto en la práctica?
En lugar de decir:
"La Biblia dice que debes obedecerme de inmediato."
Usar lenguaje como este:
"obedecer de la manera correcta, es cómo podemos mostrar nuestro amor a Dios. Recuerda que Dios dice que el amor a él es lo más importante."
¿Qué sucedería si tus hijos aparentemente te obedecieran por temor y no te amarán como deberían hacerlo? De la misma manera, Dios no desea que le obedezcamos porque tenemos que hacerlo, sino porque lo amamos. La obediencia es el resultado del amor y no el amor es resultado de la obediencia.
Enseñar a nuestros hijos a amar a Dios es mucho más que un simple cambio de comportamiento. Es tan sencillo, que ellos cambien de comportamiento cuando aplicamos disciplina, pero eso no significa que están protegidos. Hay una tarea más importante, que podemos hacer y es involucrarnos como madres en enseñarles el amor a Dios.
Esto significa que todos los días, tenemos la oportunidad, el mandato de presentar el Evangelio a nuestros hijos. Además de lo que se llama "disciplina", lo más importante es hacer frente a la importancia del amor de DIOS. Esto significa que el amor de Dios, debe ser nuestra primera y principal motivación como madres y como cristianas.
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