Disciplina + Amor = Obediencia
Disciplina + Enojo = Rebeldía
El enojo y la disciplina bíblica no son
compatibles. El libro de Santiago (1:20) lo expone de esta manera: “porque la
ira del hombre no obra la justicia de Dios”. De nosotros no proviene la
justicia que Dios quiere que apliquemos a nuestros hijos, la clave es transmitir
la justicia que Dios aplica con nosotras.
Dios no nos ha dado hijos para que les enseñemos a
seguir nuestros anhelos y deseos. Cuando incluimos estos factores en la crianza
de ellos, usamos la instrucción bíblica nada más como un apoyo para lograr
nuestro fin, subordinando la voluntad de Dios a nada. Esto produce ira y
frustración, primero en nosotras y luego en nuestros hijos.
Recuerda, cuando los niños pecan, el pecado que han cometido es principalmente contra Dios no contra ti. Dios ha puesto los niños en nuestro hogar para que sean guiados hacia Él y su Evangelio, no para que sean severamente juzgados y disciplinados porque la justicia de Dios no obra así.
Si sus pecados parecen como un fracaso para satisfacer nuestros deseos, entonces su comportamiento se convierte en una interrupción, una irritación o una frustración que nos llevarán a aplicar la disciplina con enojo, perdiendo la oportunidad de mostrar la belleza de la justicia de Dios.
Cuando hablamos de los pecados de nuestros hijos, no debemos dejar por fuera cómo funciona la gracia de Dios en nuestras vidas. Si todo lo que hacemos con la disciplina es corregir el mal comportamiento, entonces el núcleo de la disciplina bíblica y la justicia de Dios, habrán desaparecido. El Evangelio no es necesario si su objetivo es sólo tener un niño que va a obedecer rápidamente y tener un cuarto limpio y ordenado. Sin embargo, el Evangelio es indispensable si vamos a llevar a los niños hacia Cristo para que encuentren redención por sus rebeldes corazones.
La disciplina que se basa en el Evangelio está motivada por el amor de Dios y no por la frustración por su mal comportamiento. El Evangelio basado en la disciplina es aplicado por una combinación de palabras agradables que afirman la disciplina amorosa por el bienestar del niño.
Dios nos ha llamado a seguir sus propósitos no los nuestros, lo mismo aplica para nuestros hijos. El enojo es un indicio de que nuestros deseos se han convertido en lo más importante. Nutramos su infancia con la instrucción y la disciplina que obra la justicia de Dios. Hagamos del Evangelio nuestra meta primordial.