Castiga a tu hijo en tanto que hay
esperanza; más no se apresure tu alma para destruirlo. Proverbios 19:18
Hace algunos
días mi hija de once años, debía hacer una tarea sobre “La Evolución”. Tome mi Biblia, le leí Génesis 1 y comencé a
explicarle sobre la Creación que Dios hizo. Al final le dije: “Nosotros no creemos en la Evolución del
Hombre porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Tú decides que
quieres escribir, no me interesa si pierdes lo puntos por esa tarea, pero debes
escribir lo correcto”.
Ella escribió:
“Mi familia y yo no creemos en la
Evolución del Hombre porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Además
Dios creó a todos los animales según su especie, y todo lo que El hizo es bueno”.
Me hizo sentir super su respuesta, sobre todo porque aunque ella perdió los
puntos, decidió hacer lo correcto.
Llegará el
momento en que nuestros hijos deberán tomar por sí solos sus decisiones y si
queremos que nos tomen en cuenta para ese momento, debemos influenciar
sabiamente sus vidas. Leía un estudio que señala que la edad promedio en que
los niños luchan por su identidad y buscan su independencia es cerca de los
doce años. En esta edad pueden ocurrir dos cosas:
1. Para los padres que han sido
tolerantes es momento para que entren en pánico, enciendan las alarmas y comiencen
a pedir ayuda; porque aquel dulce niño tremendo e inquieto que no recibió
corrección en sus primeros años, comenzará a convertirse en un rebelde con
causa por la falta de disciplina que no recibió.
Y empiezan los dolores de cabeza para
los padres, el estira y encoje de poderes, las restricciones, los regaños, las
frustraciones, las manipulaciones… los padres comienzan a llevar a Consejería a
sus hijos para que alguien interceda como árbitro entre ellos.
2. Para los padres que han
aplicado correctamente la disciplina basada en el amor y en los principios
bíblicos, no crean que es momento de relajarse y dejarlo todo en piloto
automático. Todo lo contrario, es momento de acercarse más a sus hijos ya no
solo en calidad de padres sino de amigos para ganarse su confianza e influir
sabiamente en sus vidas.
En el Antiguo Testamento un hijo
desobediente, contumaz y rebelde era llevado por sus padres ante los ancianos
de su pueblo y era lapidado (Deutoronomio 21:18-21) A veces desearíamos que la
disciplina se aplicara de esta manera en nuestro tiempos. Pero este pasaje nos
ayuda a comprender que hasta los padres que han buscado hacer lo correcto, que
tratan de ser buenos padres al disciplinar a sus hijos, pueden también tener
hijos rebeldes.
¿Por qué? Porque lastimosamente, los
padres no somos la única influencia que reciben nuestros hijos y la influencia
que reciben del mundo por medio de sus amigos en el colegio o la escuela, la
televisión, la música, etc., puede
llegar a predominar sobre la nuestra.
Durante la edad formativa de los
niños (hasta cinco años) somos su principal influencia, la tarea más importante
de esta etapa es aplicar la disciplina con amor no con rigor para no quebrantar
su espíritu. Forjar una relación sólida de padre-hijo para que no se diluya a
través de los años.
Debemos ayudarles a que establezcan
su relación con Dios para que sepan lo que significa ser hijo de Dios. En casa,
nuestros hijos saben que deben tener su devocional no los obligamos los
alentamos a hacerlo. Aunque no alcancen a comprender muchas cosas, la palabra
de Dios no volverá vacía a sus vidas.
Cuando ellos están en la escuela,
saben que sus padres no están presentes pero que Dios si lo está y deben hacer
lo que a Él le agrada. Si no les ayudamos a establecer su identidad en Cristo
como hijos de Dios, absorberán cualquier identidad que el mundo les ofrezca
para poder realizar sus propios sueños y no los propósitos que Dios tiene para
sus vidas.