Si amas bíblicamente, tu amor por los demás no se verá reducido por sus fracasos. Cuando el amor se trata de ti, suceden cosas malas. El amor debe ser definido por Dios, específicamente por el trabajo de su hijo, Jesús. El Espíritu Santo nos dice que sabemos lo que es el amor por la forma en que Jesús amaba (1 Juan 3:16). Al mirar a Cristo, vemos que el amor está centrado en el otro, centrado en Dios, no centrado en mí. Esto requiere un replanteamiento radical. El amor no se trata de lo que te hace sentir bien o te hace feliz. El amor se se muere cuando se basa en nuestros deseos o sueños. Solo amando a Jesús primero puede alguien experimentar esta clase de amor.
Cuando el amor se centra en lo que quieres, la desilusión seguramente seguirá. Hay al menos dos razones para esto.
La primera es que otras personas no pueden proporcionar lo que se necesita para nuestra felicidad. En algún momento, otros te fallarán. Ellos pecarán contra ti. Ellos te decepcionarán. Ninguna persona puede proporcionarte lo que solo Dios puede dar.
La segunda razón es que tu idea de lo que nos agrada está manchado por el pecado. Entonces nuestros esfuerzos por amar a menudo se vuelven amargura. Nuestro deseo de que los demás estén contentos con la forma que pensamos que es el "amor" por ellos, es en realidad solo manipulación. ¡Sus expectativas no satisfechas se convierten en oportunidades para la amargura!
Pero el amor que se centra en traer honor a Dios, eso nunca nos decepcionará. Él nunca nos manipulará. Por ejemplo, si tu cónyuge responde a tu amabilidad con indiferencia. ¿Su negativa limitara tú respuesta a ese acto de amor? Te enoja y te quedas preguntando, ¿por qué te molestas en ser amable si él no vale la pena? Si lo haces, entonces tu acción no fue realmente amor. Fue un intento de hacer que tu cónyuge se sintiera bien contigo. ¡No estabas amando, estabas manipulando!
Sin embargo, si sabes que tus acciones fueron hechas para honrar a Dios, no tienes que ser dominado por el dolor. Más bien, puedes estar motivado por la compasión. Puedes devolver el bien por el mal y demostrar que tu amor no está motivado por el placer propio sino por un verdadero compromiso con Dios.
Amar bíblicamente es una tremenda bendición de Dios y traerá estabilidad a tu vida y la vida de quienes te rodean.