miércoles, 26 de noviembre de 2014

La Disciplina y la Justicia de Dios




Disciplina + Amor = Obediencia
Disciplina + Enojo = Rebeldía


El enojo y  la disciplina bíblica no son compatibles. El libro de Santiago (1:20) lo expone de esta manera: “porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. De nosotros no proviene la justicia que Dios quiere que apliquemos a nuestros hijos, la clave es transmitir la justicia que Dios aplica con nosotras.

Dios no nos ha dado hijos para que les enseñemos a seguir nuestros anhelos y deseos. Cuando incluimos estos factores en la crianza de ellos, usamos la instrucción bíblica nada más como un apoyo para lograr nuestro fin, subordinando la voluntad de Dios a nada. Esto produce ira y frustración, primero en nosotras y luego en nuestros hijos.

Recuerda, cuando los niños pecan, el pecado que han cometido es principalmente contra Dios no contra ti. Dios ha puesto los niños en nuestro hogar para que sean guiados hacia Él y su Evangelio, no para que sean severamente juzgados y disciplinados porque la justicia de Dios no obra así.

Si sus pecados parecen como un fracaso para satisfacer nuestros deseos, entonces su comportamiento se convierte en una interrupción, una irritación o una frustración que nos llevarán a aplicar la disciplina con enojo, perdiendo la oportunidad de mostrar la belleza de la justicia de Dios.

Cuando hablamos de los pecados de nuestros hijos, no debemos dejar por fuera cómo funciona la gracia de Dios en nuestras vidas. Si todo lo que hacemos con la disciplina es corregir el mal comportamiento, entonces el núcleo de la disciplina bíblica y la justicia de Dios, habrán desaparecido. El Evangelio no es necesario si su objetivo es sólo tener un niño que va a obedecer rápidamente y tener un cuarto limpio y ordenado. Sin embargo, el Evangelio es indispensable si vamos a llevar a los niños hacia Cristo para que  encuentren redención por sus rebeldes corazones.

La disciplina que se basa en el Evangelio está motivada por el amor de Dios y no por la frustración por su mal comportamiento. El Evangelio basado en la disciplina es aplicado por una combinación de palabras agradables que afirman la disciplina amorosa por el bienestar del niño.

Dios nos ha llamado a seguir sus propósitos no los nuestros, lo mismo aplica para nuestros hijos. El enojo es un indicio de que nuestros deseos se han convertido en lo más importante. Nutramos su infancia con la instrucción y la disciplina que obra la justicia de Dios. Hagamos del Evangelio nuestra meta primordial.


domingo, 2 de noviembre de 2014

Evitemos que nuestros hijos sean seducidos por las tinieblas



Porque en otro tiempo eráis tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz. Efesios 5:8


Nuestra esencia antes de conocer a Cristo era tenebrosa y oscura aunque nunca hayamos practicado cosas relacionadas con la magia o la hechicería éramos tinieblas y vivíamos en tinieblas. En cambio, cuando aceptamos a Cristo pasamos de esas tinieblas a luz, y fuimos llamadas “hijas de luz”, por lo tanto debemos vivir como tales, irradiando la luz de Cristo primero en nuestros hogares y luego a todos los que nos rodean.

Como madres, ¿Qué estamos haciendo en la vida de nuestros hijos frente a los ataques de Satanás para seducirlos hacia las tinieblas? Establezcamos lo que no podemos hacer.

1.      No podemos presumir el hecho de porque nosotras somos “hijas de luz”, nuestros hijos serán inmunes a las tinieblas. Satanás no trabaja así, él es astuto para atraer y seducir a nuestros hijos. El enemigo anda tras las familias cristianas en general, y en particular, la de los líderes cristianos. El desea destruir la Iglesia y sabe que su punto más vulnerable es la familia.

No solo es enseñarles a nuestros hijos lo que es bueno o es malo, lo que agrada o desagrada a Dios; sino que debemos equiparlos con la armadura de Dios para que aprendan a resistir esos ataques. Muchos hogares se ven abatidos cuando sus hijos entran en la adolescencia y ya no quieren ir a la Iglesia o no desean servir a Dios. ¿Qué paso? ¿Qué sucedió con aquel dulce niño o niña que se memorizaba versos y le cantaba a Dios? Sencillamente, fue seducido hacia las tinieblas y desea conocer que hay en ese mundo oscuro y tenebroso.

2.      No podemos comenzar ni sucumbir ante el miedo. Recuerda que Satanás es enemigo derrotado gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo. Mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo. Podemos ganar la guerra contra la seducción de nuestros hijos. Si nos retiramos, en lugar de avanzar cederemos terreno al enemigo. Debemos ejercer la autoridad que tenemos en Cristo y decidir vivir de victoria en victoria acidas de su poderosa mano.

Entonces, ¿Qué podemos hacer?

Primero, tomando conciencia de la naturaleza espiritual del mundo en que vivimos, en el cual nuestros hijos crecen y son seducidos día a día. Muchas de las cosas que los rodean están sutilmente y a veces descaradamente influenciadas por el ocultismo y el satanismo. Programas de televisión como “Scooby Doo” que promueve el budu y el ocultismo, “Ben-10” promueve el mundo de las tinieblas, “Amigazaso” los amigos imaginarios son demonios que influencian la vida de los niños y hasta las inocentes princesas están rodeadas de magia y hechizos.

Segundo, tenemos que entender que la forma como los estamos criando no solo debe ir a encaminada en amar y obedecer a Dios, sino en que deseen vivir y andar como “hijos de luz”. Debemos predicar con el ejemplo, no puedes transmitir lo que no estás viviendo. No puedes ser simple, son tus hijos los que están en peligro.

Tercero, debemos tener estrategias definidas para proteger a nuestros hijos de los ataques del enemigo y ayudarlos a resolver sus conflictos con sabiduría. No pretendamos obligarlos o someterlos a nuestra voluntad porque Dios no nos somete a hacer Su voluntad. Todo lo contrario, El espera que decidamos y hagamos su voluntad. Esta guerra se puede ganar, y debemos ganarla por nuestros hijos y por la causa de Cristo.



“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. 1 Juan 4:4